Muchas veces me he preguntado donde empieza una ráfaga de viento y donde termina, cuántos lugares recorrerá antes de agotarse y apagarse.
El viento es capaz de cargar con nuestras palabras, sin preguntar siquiera si esas palabras son buenas o malas. Cuántas veces me hubiera gustado parar el viento, para evitar que unas palabras que nunca debería haber dicho llegasen a su destino.
O pararlo, para que no se llevase para siempre palabras que no me gustaría dejar de oír nunca.
El viento es caprichoso, es imposible saber hacia donde se dirige y es imposible encerrarlo. En eso se parece a la felicidad. Si estamos felices, en el momento menos pensado un giro brusco puede eliminar esa felicidad por completo. Y al revés, a veces cuando menos nos lo esperamos la vida nos brinda una sonrisa, como una brisa que no sabemos muy bien de donde ha salido.
Aquí estoy, esperando a la próxima ráfaga de viento.
miércoles, 23 de abril de 2008
Viento
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1 comentario:
Cuidado, no te vueles...
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